Viernes 9 de diciembre 2022 La historia de Casandra lo tiene todo. Hija de los reyes (y dueños) de Troya, sacerdotisa y oráculo del templo de Apolo y dotada de superpoderes desde pequeñita (ver el futuro y, según otras fuentes, incluso hablar con los animales) enamoró al propio Apolo, al que rechazó. Cosa curiosísima: ¿¡qué proporción buscaría la moza!? Apolo, furioso por su desdén, envenenó su visión profética e infalible escupiendo en su boca. Seguiría viendo el futuro, pero nadie la creería. En efecto: advirtió a sus compatriotas de que no aceptaran extraños regalos como caballos gigantes de madera llenos de aqueos, pero siguieron votando a la derech... Estooo... A ver, que me pierdo. Todos conocemos la historia. Bueno, al final, secuestrada por Ayax (el pequeño) y enviada como concubina para Agamenón, pereció con este asesinada por su mujer (la mujer de Agamenón, Clitemnestra) y su amante (el amante de Clitemnestra, ojo). No me explico cómo no se lo olió. En total: que yo me identifico con Casandra, no por su atractivo físico y carácter indomable (quizá un poco), sino en su melancólico destino de no ser creída aunque lo que diga sea, no ya mágico, sino perfectamente razonable. Así que aquí seguimos, barcas contra la corriente, que decía Fitzgerald, mientras Troya cae una y otra vez y Casandra cruza toda historia, silenciosa y resignada. Oh. Ah. |
Joooodeeer, don Ernesto. Es que ya me gustan más los comentarios que las viñetas en sí. Es usted un pozo de sabiduría clásica. Lo digo por lo de Casandra. Muy interesante. Y bien traido.
ResponderEliminarMuchas gracias, don Anónimo (si es que es ese su verdadero nombre). Otra de las cosas que nos enseñó Casandra es que el conocimiento (clásico o moderno) no da la felicidad. Mucho me temo que incluso la espanta.
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