Jueves 24 de agosto 2023 Es una situación que no se suele dar: que no quiera ponerse nadie. Sería el síntoma definitivo y elocuente, constituiría la única evidencia, resultaría la prueba irrefutable de que el sistema democrático es fuerte, sano; de que la administración funciona: que no hubiera personas disponibles para gestionar el dinero ajeno. Que no les diera la gana. Que les pareciera un abuso de confianza y un trabajo ingratísimo. Yo tenía un amigo holandés de una ciudad grande, Den Bosch (la de El Bosco). Su madre fue elegida concejala porque era competente y prácticamente la habían obligado. Lo odiaba. La llamaban por teléfono a su casa los ciudadanos. Y se lo cogía.
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