Miércoles 16 de febrero 2022 Hay una anécdota que cuento a menudo y sirve para muchas ocasiones: Cuando Gabriel García Márquez ganó el Nobel adelantó que saltarse el protocolo en la ceremonia de entrega del premio (a la que acudió ataviado con el famoso liquiliqui o liquilique) le sería perdonado sin mayor problema por los academicos suecos, pero en ningún caso por sus compatriotas. En efecto, al día siguiente del acto pude leer a un escritor colombiano a cuenta del traje del literato (cito de memoria): "El mundo tenía la sospecha de que los colombianos éramos unos seres oscuros que bebían ron debajo de los cocoteros. Ahora tiene la seguridad". Bien, en el resto de España tenían la sospecha de que los de Castilla y León éramos (cuatro o cinco) cejijuntos seres que vivían en casas de tierra pisada y bebían orujo al calor de una oveja.
Ahora, en efecto, después de los resultados electorales, sus dudas se han disipado. |
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