Hablando de foros y desaforamientos, en España, país de espejos y espejismos, de
apariencia y figuración, periódicamente le jodemos el retablo a Maese
Pedro. Don Quijote es el personaje español por excelencia: rápidamente
escoge bando y rápidamente empieza a repartir hostias. Un fanático. Mientras escribo esto han decretado prisión incondicional en Madrid para dos
titiriteros por una obra bastante
tontorrona (no infantil, no de
buen gusto) donde denunciaban los montajes
policiales y ahorcaban a un juez
pintado. Uno de verdad se lo ha tomado en serio. Mientras, algunos seguimos
suplicando "Deténgase vuesa merced, señor don Quijote, y
advierta que estos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros (o
terroristas), sino unas figurillas de pasta. Mire, ¡pecador de mí!, que me
destruye y echa a perder toda mi hacienda" sin que
nadie nos escuche. Peor, porque don Quijote, después de menudear cuchilladas,
mandobles, tajos y reveses vuelve en sí y le
abona el destrozo al retablista. No creo que se le restituya nada a los
manejadores concretos de estas marionetas. ¿Nunca distinguiremos los guiñoles de la realidad ni nos convenceremos de que la
inoportunidad o el chiste malo
nunca debe constituir delito y
que su único castigo, en todo caso, debe ser la indiferencia o el silencio?
No hay comentarios:
Publicar un comentario