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Lunes 21 de diciembre de 2015 Fueron las elecciones. Aunque el PP perdió cuatro millones de votos, volvió a ganar. Razón suficiente para que los demás, naturalmente, sigan a bofetadas por los motivos más nimios. Bato mi plusmarca: tan solo nueve horas después de votar ya me parece que he dado mi apoyo al que no debía. Los partidos de izquierdas se traban ahora no por la reforma laboral, la regulación fiscal, el timo energético, las privatizaciones, la corrupción, la justicia, la desintegración del sistema educativo, la deuda, las pensiones, las ayudas o el saqueo bancario sino... porque las gentes y los pueblos de aquí tengan sus simbolitos y sus chorradas. Parece ser que la línea roja no traspasable para pactar por unos y otros es que Cataluña haga su enésimo referéndum; el que decida (¡es un derecho!) de una vez por todas qué profeta ideó ese mítico territorio y en qué piedra fundacional escribió lo de (no) pagar como vascos o navarros o que sus líderes tribales no deben ir a la cárcel roben lo que roben. Arreglemos los desajustes territoriales ampliando y aplaudiendo las asimetrías. Claro que sí. La ciudadanía se acuerda de demandarlo con gran profusión de banderas cada vez que aprietan a su amos. Hay que agacharse un poco para mirar por encima del hombro de un enano, pero en España nunca nos ha dado pereza tal operación. Cuento estas cosas y otras en una entrevista que coloco aquí para no perderla y porque hace mucho que no me saco en procesión. Si se me ve gordo es porque es Navidad. Y porque lo estoy: https://vimeo.com/149176223 |
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Miércoles 23 de diciembre de 2015 Se nos pide siempre fe. A toda hora y en multitud de personas. Si me preguntan a mí por mi grado de confianza, en una escala de uno a diez yo diría menos dos. |
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Jueves 24 de diciembre de 2015 El niño cabrón no sabe que ya lo tiene esperando en casa. |