domingo, 27 de septiembre de 2015

Cuarta semana de septiembre. El perfil derecho

Lunes 21 de septiembre de 2015
El AVE (de los cojones). Venden (muy, muy caro y muy, muy tarde) un tren. Que nos va a llevar donde nos llevaban los trenes desde las mismas estaciones que había a los mismos sitios. Un poco más rápido. ¿Por qué no hay trenes de alta velocidad en los países más ricos y civilizados? Porque invierten esas brutales cantidades en otras cosas en vez de un sistema de transporte redundante, deficitario, que transporta a la misma gente que transportaba antes (pero por más) en educación, en pensiones... Seguiremos con el asunto porque, naturalmente, vendrán los prebostes más zoquetes a presumir del monstruo que les hemos pagado con lo que no teníamos. Hay una cosa buena: como esto no dará beneficios jamás, no se lo regalarán a sus amiguitos.


Martes 22 de septiembre de 2015
Los necios debates de las Cortes de Castilla y León. Sobre el estado de la autonomía o algo así. Se puede decir sin temor a equivocarse que la oposición está siempre a la altura.


Miércoles 23 de septiembre de 2015
Se cumplen cien días de municipalismos diversos. En la mayoría de los casos, al seguir los mismos, persiste el olor a agua estancada.


Jueves 24 de septiembre de 2015
El dictamen. El comité. La dinamización. Lo de los sectores es (como casi todo lo que sale en mis viñetas) literal. Podía haberlo soltado mi abuela. Pero lo afirman unos señores.
Que redactan un dictamen. Y se lo presentan a un comité.


Viernes 25 de septiembre de 2015
Transparencia. Yo creo que la hay. Son de una negligencia y codicia límpida, diáfana. De gran nitidez. Nos da igual, claro. Les seguimos votando. O no votamos nada.


Sábado 26 de septiembre de 2015
A ver. Si hay una recuperación económica evidente, ¿por qué sigue usted siendo parado? ¿O pobre? ¿O ambas cosas? Son ganas de joder.


Domingo 27 de septiembre de 2015
La campaña de las elecciones autonómicas catalanas ha batido records de sandez y fascismo. Hasta a mí me asombran las asimilaciones de pueblo/estado o libertad/pasaporte con las que, personas infames dedicadas al pillaje durante generaciones, han estado manipulando a la inerme población con verdaderos disparates histórico/delirantes e inventándose fracturas que son dificilísimas de cerrar. El patriotismo es el último refugio de los canallas, afirma la sobada cita de Johnson. En algunos sitios, según parece, también es su primera (y única) casamata.


Gracias a estos comicios y una vez convertida la bandera en capote o engaño se le vigila el grado de patriotismo a la gente como la fiebre al enfermo. Alguno afirma que no se siente español. Es curioso. Yo cuando hago un largo en la piscina ya me siento Phelps, cuando entro en el bar me convierto en Clint Eastwood y ya, si me tomo dos cañas, soy Batman. Estas personas parece ser que carecen de una empatía que a mí me resulta inevitable. Cierta vez en París compré un paquete de Winston con tan fino (y breve) acento que la estanquera, a la que he deformado en el recuerdo como una joven actriz de Godard, me tomó por francés y empezó a bromear conmigo. Durante ese instante no sólo me sentí parisino, me transubstancié en una mezcla de Jean Paul Belmondo y Auguste Dupin. Supongo que no tengo personalidad. Me gustaría, como a estos apolíneos apátridas, sentirme ciudadano del mundo, pero enseguida veo los informativos, leo a algún columnista chalado, oigo a un político decir chorradas, a un nacionalista cantar himnos, a un fulano escupir en la calle o un edificio público lleno de mierda y me siento español de manera fulminante, irrenunciable, definitiva.