Largue, largue usted, señor Rodera, que se le va a caer el pelo. |
Permítanme que explique de una forma algo burda la crisis bancaria, la burbuja del ladrillo, el colapso de ENRON y todas las cosas. Venga. Como el cuento de la lechera. Yo también puedo bajar el listón. De hecho puedo convertir el listón en listín (yo mismo). ¿Ven? Continuemos con las gracietas subnormales y las comparaciones toscas. Si me equivoco en algo, me lo dicen.
FUNDAMOS NUESTRO PROPIO BANCO
Imagine que pone usted un banco. Cosa perfectamente lógica. ¿Por qué pillar el traspaso de un bar o comprar un camión? Un banco. Yo veo que son un negocio bastante bueno. En vez de hablar en millones de euros vamos a hacerlo en miles para no abrumar al emprendedor (usted). Bien. Como capital inicial pondremos 10.000 (diez mil) euros. Ya no pondremos nunca ni un duro más ni restaremos ninguna cantidad. A partir de ahora sólo se suma. Empezaremos suavemente con dos clientes a los que prestaremos cinco mil euros. No vamos a emplear el coeficiente de reserva, de caja o la reserva fraccionaria*.
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*DIGRESIÓN:
Una entidad financiera no tiene que poseer más que una pequeñísima proporción del dinero con el que opera: una reserva fraccionaria. En la zona euro la reserva fraccionaria la fija el Banco Central Europeo (un banco muy bueno al que le va muy bien y que podríamos tomar como modelo) y está en un 2% desde 1999. Ejemplo: con nuestro capital de 10.000 (diez mil) euros podríamos prestar 500.000 (quinientos mil, medio millón de) euros. Es decir, un banco sólo tiene que guardar realmente un 2% del dinero que maneja. En realidad un banco puede guardarse lo que le dé la gana porque para eso crea riqueza (?) y tal. De eso trata este artículo. El coeficiente de caja es la pasta real (muy poca, ese dos por ciento) y tampoco aparece nunca cuando les auditan. Fin de la digresión.
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Bueno, en vez de decir que tenemos 500.000 euros (¡que podríamos!) vamos a seguir con el capital inicial de 10.000 euros que ya no obra en nuestro poder. Se lo hemos dejado (¿se acuerdan?) a dos clientes para que nos lo devuelvan en un futuro incrementado en un tanto por ciento. De momento no hemos recuperado nada.
¿Nuestro capital es ahora, por tanto y como sería lógico, de cero euros (0 €)? No señor. Nuestro capital es el del principio, 10.000 euros, más (+) los réditos futuros de los dos préstamos, que contamos como activos. ¿Por qué contamos como activos unos bienes (más o menos fantasmales) que no poseemos? Por nuestros santos cojones.
Ya tenemos 10.000 + % + % Diez mil euros y pico. Pidamos un préstamo nosotros también porque queremos crecer y ofrecer otros productos financieros (o usuras todavía más bellacas). ¿Por qué no? Capacidad hay. ¡Tenemos más de diez mil euros! Así que solicitamos (vamos a ser modestos) otros diez mil. A otro banco. Como tenemos con qué responder (nuestros 10.000 y pico euros imaginarios) nos los dan. Esto no se cuenta como deuda. Es un activo también.
No es que hayamos prestado 10.000 y hayamos pedido 10.000 a cuenta. No. Ya lo dijimos antes: todo esto se suma. Ahora tenemos 20.000. Es hora de comprar otro banco. Uno pequeño: uno que sólo cueste cinco mil euros. Tenemos de sobra.
Por supuesto el banco que compramos sigue operando pero ahora es nuestro: con lo cual no le pagamos nada pero nos quedamos con su capital asimismo imaginario (se supone que ellos han hecho lo mismo que nosotros). Ahora somos un superbanco con 25.000 (veinticinco mil) euros. Con toda esa pasta podemos empezar a adquirir deuda de otros y negociarla.
Hablando claro: compramos el dinero que no tienen otras entidades con el dinero que tampoco tenemos nosotros para vendérselo a nuestra vez a otros primos que tengan dinero de verdad. Vamos a comprar 15.000 euros de deuda. Hala. Ya tenemos 40.000 euros. Todo esto en una mañana. Bien. ¡Hora de salir a Bolsa!
Cotizar en Bolsa realmente no es algo bueno. Significa que vendemos a unos miles de personas la mitad de nuestro, en teoria, boyante negocio. ¿Por qué no nos lo quedamos entero? Por, bueno, ejem, por generosidad y... afán de compartir. Eeeeh... Sí. Sigamos. Partimos nuestro banco (que, repetimos, vale ahora 40.000 euros) en pequeñas partes y vendemos un trozo.
En caso de cataclismo (imaginemos que se hace evidente que la deuda que hemos comprado no se va a cobrar jamás) al agujero se le pone otro nombre: fondos moneda, activos futuros, capital reemplazable a medio plazo, paquete inversión de alto riesgo... y ya está. Este sencillo procedimiento se puede repetir en bucle llamando a los chiringuitos de diferentes maneras.
No hemos producido nada. No hemos ayudado a nadie (a nuestros dos clientes del principio les vamos a extraer los cinco mil que les dimos más intereses). Solo hemos especulado y crecido en base a... no sé. Pero ha sido una mañana estupenda. Si alguien descubre el truco podemos llevarnos nuestra indemnización y bonus por nuestra excelente gestión y dejar a los accionistas que se apañen con sus papelitos. No ha habido nada ilegal. Quizá se pregunten pero, ¿en todo este proceso (toda la mañana) dónde se encontraban o qué han estado haciendo el vigilante Gobierno o las igualmente atentas agencias de calificación? ¿No deberían haber estado contando el dinero? ¿Que dónde estaban? Pues muy sencillo: en nómina.
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